El manuscrito encontrado en Salamanca

El manuscrito encontrado en Salamanca, Ricardo López Serrano. Ediciones Diputación de Salamanca, 2013

El bueno de Ricardo, doctor perteneciente, tal y como él mismo apunta en la portada de su trabajo, al gremio y claustro de los ex-docentes, vuelve a deleitarnos con otra muestra de su afilado ingenio, su excepcional cultura y sus ganas de pasarlo bien haciendo lo que más le gusta: enseñar deleitando.
A sus anteriores trabajos, “Nueve cuadros con cuento” “Calendario Escolar” y “Las tribulaciones de un joven Modesto”, añade ahora este “Manuscrito encontrado en Salamanca”, que, entiendo, supondrá en un futuro no muy lejano una aportación fundamental en la resolución del enigma que ha supuesto tanto la figura de Lázaro de Tormes como la autoría de tan renombrada novela.
Tal y como hiciera en su anterior trabajo con “Las tribulaciones del joven Törless” que Robert Musil publicó allá por 1906, toma ahora Ricardo prestado el título de su “Manuscrito” del encontrado en Zaragoza por Jan Potocki en los primeros años del siglo XIX, y teniendo en cuenta que en el caso de ambos predecesores a la novela le siguió la correspondiente película, por aquello del “no hay dos sin tres” estoy seguro de que antes o después veremos en las carteleras la versión cinematográfica del hallazgo salmantino; yo, al menos, espero vivir para contarlo.
Se nota que Ricardo se lo pasa bien escribiendo, de tal manera que su carácter zumbón y su aguda inteligencia se manifiesta constantemente en las líneas de su, no sé si calificarlo de “erudito trabajo filológico”, “confesión sincera” o  novela, a secas, que de todas estas cosas tiene la obra; no en vano, tal y como él mismo apunta “… por su deje noté ser navalucillenses, en los Montes de Toledo, y, por tanto, taimados y burlones”.
Entre las muchas virtudes del texto, entre las cuales su brevedad no es la menor, 120 páginas de nada, presa fácil, en consecuencia, para todo lector que se precie, encuentro que la estructura adoptada en la narración, organizada en planos temporales que constantemente se cruzan y cortan tal y como lo hacen habitualmente realidad y ficción, personalizados en el filólogo narrador, en el ¿autor? D. Diego Hurtado de Mendoza y en el mismo Lázaro de Tormes, son excelentes mimbres a partir de los cuales teje el autor un elegante tabaque en el que deposita erudición, humor, fantasía y “gramática parda” que nos ofrece, supongo que porque le atrae la idea de compartir con nosotros los frutos de su imaginación y porque, según me barrunto, quiere con esta obra saldar una deuda, inexistente por otra parte, con Salamanca.
Sea como fuere, el devolver a Salamanca un hijo tan preclaro como Lázaro de Tormes no era tarea fácil; estoy seguro de que el autor habrá tenido que realizar un esfuerzo considerable para “convencer” a tan escurridizo personaje, máxime teniendo en cuenta que para entenderse con él, ha debido viajar varios siglos en el tiempo, amén de adoptar la forma de expresarse y de escribir de los españolitos de hace cuatrocientos años, década arriba, década abajo, que ya son años; en todo caso creo que el viaje y el esfuerzo han merecido la pena pues reconforta ver cómo la rueda de la fortuna, después de sus múltiples giros, vueltas y revueltas, y gracias a la decisiva intervención de Ricardo, restituye a Salamanca lo que de Salamanca se llevó.
Paulino Tardáguila García

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